No sé bien porqué hoy me dieron ganas de verla, hace tantos años ya desde aquel día, pero hoy pasé por la puerta de aquella casa y la miré, largo, largo rato.
Recordé las margaritas del jardín, recordé las tortas de la merienda que hacía mamá. Recordé sus manos cálidas acariciándome el pelo, animándome a patinar, la recuerdo cálida, suave y etérea porqué será que me dieron ganas de que me abrace y no pude evitar llorar como hacía años no lo hacía.
Fue un jueves, poco después del cumpleaños de Karenina, hacía calor, y yo iba a la colonia, que por suerte ya terminaba...
“Hoy mami se fue al hospital, a hacerse otros estudios, la vi irse, ella giró su cabeza y me miró, se sonrió y acarició el vidrio de la ventanilla, hizo un corazoncito y yo sentí que el corazón se me estrujaba y comencé a perder algo, ella se fue y los días pasaron, las abuelas venían a cuidarnos, Karenina, no salía de su cuarto, Papá no volvió hasta unos días después.
Me invitó a tomar un helado de crema del cielo como me gustaba a mí, me habló mucho de lo que es bueno y lo que es malo, de ir a patinar todos los sábados, de buscar siempre ser lo mejor en la vida, de no permitir que nadie tire nuestros sueños por más que no haya patinadoras famosas yo puedo ser una, se le llenaron los ojos de lágrimas y me dio miedo preguntarle por mami, y el me habló de a donde van las personas cuando se van de nuestro lado y de las alitas que le crecen en la espalda y de que a mami le crecieron alitas verde clarito con brillitos de pavo real, y me señaló el cielo, estaba todo celeste precioso, me dijo allá lejos mamá esta patinando para vos.
Es lo último que dijo papá de mamá, después volvimos a casa y yo quería ver a mami y Karenina salió de la cocina y estaba tan oscura y tan enojada que no nos saludo, papá la llamó y ella cerró la puerta del cuarto de un portazo, papá fue a hablar con ella, sólo se escucharon gritos, gritos de ella y yo me quedé afuera esperando q salgan, y la escuché llorar, nunca la había visto así, y lloraba y le daban arcadas y gemía como si fuera un gatito y ese día papá también lloró”.
Nuestra vida fue distinta, me comí las ganas de pedir a gritos que mami volviera, nadie dijo nada, las abuelas nos llevaban a sus casas y papá estaba solo. Karenina se suicidó un par de años más tarde, sin carta, sin anticipación más que su oscuridad y su dolor. Yo la amaba y cuando la miraba veía la sonrisa de mami, allá lejos en sus ojos estaba su mirada. Pero me daba miedo mirarla siquiera, ella despedía dolor, fuego y mucha mucha soledad.
Después de ese verano ya ninguno de nosotros volvió a estar junto al otro sin frío.
Hoy se que ese día que papá lloró fue el último día que tuve una familia.
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